jueves, 5 de noviembre de 2009

Séneca-Sobre la felicidad

Una vez inventada la máquina del tiempo, decidí ir algo más allá del viernes y darle así un uso apropiado a tan ventajoso invento, viajando hasta siglo I de nuestra era, no para enriquecerme culturalmente ni mucho menos, qué coño!, sino para correrme una orgía de órdago en pleno auge del imperio romano y disfrutar al máximo de todos los vicios y corrupciones que ofrecía la capital del imperio, ruina de depravados sinvergüenzas y por supuesto meca de los 'perdios'. Anduve de fiesta en fiesta y de bacanal en bacanal con total desenfreno y sin mesura alguna, ávido de nuevasss..s experiencias, sustancias varias y posturas múltiples, despilfarrando como un salvaje del jolgorio todos los denarios y sestercios que obtuve, de hecho, toda una fortuna, mediante el trueque en el coliseo de una caja de gorras del betis.
Un buen día, en una lúbrica ceremonia de inauguración y apertura del nuevo palacio de Crápulus Impúdicus, un pretor amigo mío, conocí a una hermosa joven llamada Protuberancias. Tras pasar con ella unos dilatados momentos inolvidables, me ví obligado, pues las fuerzas ya me fallaban y me encontraba menguado y disminuido físicamente después de tanto ajetro carnal, a descansar, aunque sólo fuera un momento, en una plaza cercana a dicha villa. Me deleitaba, entretanto, con un sabroso y reconstituyente licor, a base de vino y otros exóticos compuestos, cuando me fijé, con los ojos nublados por la adictiva ambrosía, en un viejo comerciante que desde un lateral y acompañado por un carro tirado por una mula electrotísica (emule en latín), hacía lenta aparición en la bulliciosa y concurrida plaza, que ese día en concreto albergaba el mercado de intercambios. Yo me hallaba bajo la generosa sombra de un enorme árbol, cuyas recientes y saludables hojas verdes oscilaban con la brisa, proporcionando una relajante sucesión de claroscuros, en la que descubrí, podía balancear mi pensamiento y discernir la calma y la belleza de la naturaleza. El viejo comerciante se dirigió con parsimonia hacia el centro de la plaza, donde yo descansaba lozano, recostado despreocupadamente sobre el tronco del majestuoso árbol y con una rodilla flexionada sobre la que descansaba mi jarra. Cuando estuvo cerca le dije con la mejor de las intenciones:
- Saludos noble comerciante
- Saludos noble degenerado- me respondió tan tranquilo
- Ein!!? degenerado dices? bellaco! pagarás cara tu...
- Sip, se te ve un huevo.- dijo.
- Otia! es cierto, y casi los dos!- dije sonrojándome e intentando tapar mis partes con la reducida tela- no termino de acostumbrarme a las falditas éstas tan de moda aquí en Roma, que son muy prácticas para las bacanales, pero cuando sales a la calle...
- Sí, hay que ver cuantos problemas tenéis los acaudalados- replicó con ironía el viejo.
De inmediato detecté cierta animadversión hacia mi persona, por lo que entre los dos se produjo un tenso silencio, roto tan solo por mis hipidos, mi crujir de tripas y algún que otro respingo de la emula. Fue en una de estas sacudidas de la emula que del carro se descargó un electropapirotomo que, según pude observar, se titulaba 'Sobre la felicidad' de un tal Séneca. Por supuesto el título me llamó de inmediato, pues pensé que se trataría de una guía de bares, antros y tugurios de la adultera ciudad de Roma.
- Lo compro- dije sacando algunas monedas
- Un sestercio.
- Qué dices, flipao!- tuve que regatear, pues me parecía un robo.
- Bien, pues un quinario, no puedo subir más.- sentenció el viejo comerciante.
- Oki.
- Oki lo será tu madre, dáme la pasta.
- Toma- dije mientras le entragaba una moneda.
El viejo prosiguió con su lento caminar y yo me entregué a la lectura. Lo primero que me llamó la atención fue que no se trataba de una guía de bares y lo segundo fue que lo entendía perfectamente, esto me extrañó, pues estaba convencido de que me costaría leerlo y que sería complicado entender el latín antiguo, pero para nada, por lo visto el intercambio de lenguas con las esclavas de las últimas noches me ayudó en la comprensión del texto. Me pareció interesante, aunque algunas aseveraciones me resultaban un tanto condescendientes. Así que miré en el contrapapiro buscando la dirección y acto seguido me encaminé hacia la escuela de la Stoa, en la calle del Pórtico número uno, con la intención de aclarar algunos puntos.
Cuando llegué a la escuela, y una vez ya dentro, me interceptó 'la secreta', la secretaria de Séneca.
- ¿Dónde cree que va usted?- dijo con voz firme y mirándome con ojos inquisitivos.
- Vengo a discutir unos asuntos con Séneca.
- ¿Cual es su nombre?- me preguntó.
- gabi- respondí.
Mientras consultaba los archivos para comprobar si tenía cita con el gran sabio y orador, me entretuve en la contemplación del edificio. Era grande y muy bonito, ámplio, fresco y decorado a la última, por lo visto el tal Séneca estaba forrado, algo que resulta contradictorio, en principio, para un estoico y que muchos de la época seguro le recriminaban.
- No figura ningún gabi- dijo la secreta cuando terminó de comprobar los archivos- además- continuó- ¿qué mierda de nombre es ese? ¿no tienes títulos? si eres un simple siervo o un vasallo del populacho ya te estás largando.
Con un simple gesto de cabeza hizo que aparecieran de detrás de las columnas un par de centuriones más grandes y duros que las propias estatuas que decoraban el lugar.
- mmmm, estooo....- no sabía que decir- mmm, si, si, si tengo título...estoo..- continué, y recordando como me llamaron la última noche, concluí- Si! Si! pues claro que tengo títulos, qué te has creído!, yo soy Gabilón I de Lascivia, más conocido como el Libidinoso, aunque estoy pensando en cambiarme el título por algún otro más impactante.
- Echad fuera a este bufón!!- rugió la secreta- y aseguraos de que no vuelva.
Entre los dos centuriones, y cada uno cogiéndome de un brazo, me alzaron del suelo y enfilaron hacia la salida con paso marcial. Me retorcí como un cochinillo, pero no puede zafarme. En uno de los intentos logré ver como salía, por una puerta cercana, un hombre mayor, seguido de varios más jóvenes y que parecían estudiantes.
- Séneca!!! ey, Séneca!!! tenemos que hablar- grité
El hombre me miró, pero no me hizo ni caso y continuó avanzando hacia la mesa de la secreta.
- Sénecaaa!!! he leído tu libro, el de la felicidad y quería que me explicases algunas cosas- grité, esta vez más fuerte.
Con un simple ademán dirigido a los centuriones, logró que se detuviesen y me soltasen.
- Acércate,¿quién eres? ¿cómo has podido leer mi libro?- dijo Séneca moderadamente.
- Yo soy...- comencé, pero me interrumpió la secreta.
- No tiene cita!- alegó a gritos la muy...
- No te preocupes, Turgencias, déjanos solos- le dijo Séneca a la secretaria. Yo miré y comprendí.
- Se llama Turgencias???- dije medio descojonao cuando ésta se hubo retirado unos metros.
- Si, de la noble familia de los Toracicas Magnas. ¿Qué tiene de gracioso? y su hija Protuberancias.
- juas! juas! juas!- no pude evitar troncharme.
- Se te ve un huevo- me dijo Séneca mirando hacia abajo.
Por lo visto de tanto retorcerme intentando quitarme a los guardias de encima se me habían descompuesto las ropas.
- joer, otra vez!- me lamenté en voz baja mientras Séneca permanecía imperturbable y yo me arreglaba la falda.
- ¿Entonces, tú eres Séneca? el gran orador?- le pregunté.
- Sí,- afirmó- El mismo. Lucio Anneo Séneca.
- ¿Lucio, como el pez?- pregunté extrañado.
- Sí, qué pasa?- respondió algo irritado, con lo que empezó a darme mala espina.
- No, nada, nada, perdone usted- me disculpé
- Bueno, a lo que íbamos ¿cómo es que tienes ya una copia de mi libro? lo publiqué hace muy poco tiempo.- me interrogó Séneca.
- Uf! es una larga historia.- respondí- Lo conseguí a través de una emula y..
- Putos piratas del mediterráneo!- estalló de pronto.
- Ey! ey! dónde quedó ese estoicismo, rey?- le dije suavemente, con lo que se relajó un poco- Además, es normal, entiendelo, no voy a sacrificar veinte pavos caducifolios para tener un ejemplar en papel de tu libro, no?.
- Mmmmm- le costó, le costó, pero al final dijo- Si, bien, siguiendo mi filosofía no puedo hacer otra cosa más que resignarme y ver como se desmorona mi emporio y el de unos pocos, aceptando el intercambio de conocimientos y cultura a bajo costo como algo légitimo a cualquier individuo.
Ay! si fueran todos así!!, pensé.
- Bien, bien, los avances tecnológicos ya se sabe... es lo que tienen, que deben ser para todos, pero mira, de eso quería yo hablar, de tu filosofía- dije
- Mi filosofía se divide en tres partes; lógica o conocimiento, física, y moral o ética. Y en este libro trato de abarcar un poco de cada parte.- dijo Séneca.
- No bonico, no. De física, el mundo y las cosas ni mú y en toda la segunda mitad de este texto no haces más que disculpar y justificar que te sale el dinero por las orejas, alegando, como bien dicta tu filosofía, que no puedes hacer otra cosa, que si las riquezas te llegan, pues no hay que renegar de ellas, ya que es el Logos o universo quien así lo ha dispuesto.- dije algo encendido de más.
- Cierto, si la abundancia material llama a tu puerta no debes rechazarla, ahora bien, lo que no debes hacer en ningún caso es perseguirla- argumentó Séneca de lo más sereno. Se notaba que estaba en su ambiente.
- En eso estoy de acuerdo, de hecho, en el lugar de donde procedo, casi toda la gente está más preocupada por el dinero que por cualquier otra cosa con lo que no estaría de más pensar un poco de esa forma; aún así algunos argumentos huelen un poco a excusas, no sé bien donde quieres ir a parar con tanta defensa para con tus riquezas. Porque, aunque no lo especifiques, está más que claro que hablas de tu persona.
- Bueno, dejemos ese tema. ¿Qué opinas del resto?- me preguntó el hombre pez.
- Durante el resto del libro hablas de que la única forma de obtener la felicidad es a través del conocimiento, algo con lo que no estoy completamente de acuerdo, más que nada por el radicalismo con el que lo expones. También proclamas la futilidad de lo material, con lo que estoy más de acuerdo, y de lo erróneo en la búsqueda de la complaciencia y en cierto sentido del placer, en cuanto a las debilidades humanas principalmente, que ni de coña estoy de acuerdo. Un poco de equilibrio pienso que no estaría de más, evitando frustraciones, pero tú mismo.
- Hablo del conocimiento del todo- dijo Séneca.
- En cualquier caso tampoco estoy de acuerdo del todo con tu conformismo, esa resignación me revienta, en algunos párrafos pareces el cura de mi pueblo. Cierto es que cuando algo pasa ya nada se puede hacer y que caer en el arrebato no es siempre lo más indicado, pero que sepas que a veces desahoga y sienta bien.- le espeté.- Tu filosofía es una filosofía de aguante y con poca profundidad en cuanto a las motivaciones y anhelos humanos. Aguantar y aguantar, perdona que te diga, pero me suena a rollo para gente desesperada, sin ilusión, para la miserable plebe que nunca saldrá de la necesidad y cuanto antes lo entiendan mejor para ellos.- concluí.
Estuvimos así, hablando y discutiendo durante horas. Yo no llegué a comprender del todo su doctrina y él tampoco entendió mi postura, pero terminamos de conversar de forma amigable.
- Bueno, gabi, encantado de haber charlado contigo, me tengo que ir ya, que tengo hora en los baños. Si quieres venirte y seguimos la conversación...
- Va tu secretaria?- le pregunté.
- No, Turgencias no viene hasta mañana.
- Lástima- respondí- entonces paso. Gracias de todas formas. Ya nos veremos en otra ocasión. Adiós.
Esa misma tarde volví a mi tiempo. No sé que demonios sucedió en el viaje de vuelta que no he podido volver a hacer funcionar la dichosa máquina. Ni aun cuando pasadas unas semanas de mi regreso me llamó mi hermana alteradísima.
- Sabes? ya terminé con el árbol genealógico y vas a alucinar! he encontrado nuestros orígenes! el primer miembro de nuestra familia se remonta a la antigua Roma! increíble,no!? se trata de una mujer llamada Protuberancias, que tras la inauguración del palacio de un tal Impúdicus, se hizo sacerdotisa de un templo. Menudo elemento, eh! jajaja.
- Muy interesante. Gracias. Luego te llamo- respondí mareado.
Colgué. Casi me desmayo, descubrir que puedes ser origen y fin de tu estirpe es una sensación muy incómoda, muy circular. Lo mejor que podría hacer para asegurarme sería volver. Tengo que arreglar esa maldita máquina. Necesito volver!!!!

4 comentarios:

Empe dijo...

¿Seguro que tú no naciste en Córdoba, como tu amigo?

Enigma dijo...

Ehhh!!! Gabi, por mail "privé" me mandas una lista y comentarios de las orgías que te corriste en aquellos lares, toda clase de "corridas"... que quede claro, vale?.
Bueno aparte de eso -que no digo en broma...-, tu escrito me ha parecido ESTUPENDO, MUY BIEN ESCRITO Y CON MUCHA IMAGINACIÓN Y ACOPLADO A AQUELLOS LEJANOS TIEMPOS.

begobalboa dijo...

Anda... tienes máquina del tiempo?, entonces me podrías ayudar, pero tranquilo no te pido ir a la antigua Roma, sino a unos años atrás, exactamente a 1980 más o menos, busco a alguien "perdío" que la última vez que vi queria jugar a los médicos...era un "biciclero" rural... que tiempos !!!! guardo muy buenos recuerdos y nada no consigo localizarlo... en fins, que si consigues arreglar tu máquina, me pudes llevar... eso espero.
En cuanto a los festorros esos que te has pegao, estoy con Enigma, cuentanos con más detalle...jejeje
un saludo y genial la crítica

ggg dijo...

No, Empe, yo soy natural de Lascivia, una pequeña zona costrera en el culo de la península libérica.
Eni, Bego, os acabo de enviar un mail con todas mis correrías, unos tres follos, digo folios, de aaaahhh!'s uuuuhhh!'s más!'s , así!'s ays,ays!'s etc, no creo que os sirva de muxo, pero...
Bego,la máquina hace tiempo que no funciona, así que tendrás que conformarte con lo que hay con este tiempo y hoy hace sol!! :-)
besos a las tres.